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Los niveles de perspectiva de Getting Things Done son los necesarios, no añadas nada más, pero ten en cuenta que van de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba. De un propósito y una visión hasta unos objetivos que la componen, acompañados de proyectos para materializarlos. Para algunos sigue siendo demasiado complejo, un exceso de estructura, si es ese el problema o no estás familiarizado con GTD, intenta percibir como un conjunto de tres horizontes para enmarcar tus asuntos en una escala temporal, o de volumen que va más allá de la acción y el proyecto.
Un horizonte inmediato
Los temas más inmediatos son los más sencillos de manejar, el hecho de tenerlos delante, la inmediatez, la costumbre de tratar con asuntos similares semanal o diariamente hace que no experimentamos dificultad al tomar decisiones. GTD te ayuda a perder el miedo a revisar lo que está pendiente y lo que se debe hacer. La revisión semanal te obliga a hacer frente a la toma de decisiones por los temas más ordinarios.
Dentro de esta franja también incluiría las áreas de responsabilidad, aunque se sitúan más allá de la inmediatez, y así las percibimos. No nos detenemos a pensar de forma explícita en las diferentes piezas que componen nuestra vida, ni tomamos esta perspectiva al analizar los asuntos que contienen y requieren nuestra atención. Todo se limita a una revisión periódica para ver cómo ha variado su configuración, si ha habido cambios en nuestra vida y el hecho de puntear las nuevas áreas nos sugiere algo más.
El horizonte del medio plazo
El medio plazo es más oscuro. Un objetivo a uno, dos años vista, o más allá, es difuso. Elegir y ilusionarse es fácil, saber porque es tan importante para ti y encajarlo en tu sistema de prioridades es lo difícil. Recurre a un proceso planificación natural para ayuda a dilucidar el propósito que hay detrás y desglosa toda la actividad pertinente, el resto es confrontar todos los componentes resultantes en forma de subproyectos a los recursos que dispone (ya sea personas implicadas o tiempo del que se dispone).
El desafío es gestionar la actividad en forma de acción durante el día a día. ¿Serás capaz de destacar las acciones que pertenecen a tus objetivos con la prioridad que se merecen? Esto marca la diferencia entre un objetivo frente a querer hacer algo a medio plazo. Aquella cosa que te hace ilusión, la quieres hacer, pero que se demorando en el tiempo porque siempre aparece algo más urgente (no más importante).
El horizonte del largo plazo
Si el medio plazo es oscuro el largo plazo, o la creación de una visión de futuro es un imposible. No me entendáis mal, podemos diseñar una visión precisa e intrépida, marcando los cambios de rumbo necesarios a realizar, pero para muchos la mentalidad de microgestor los lleva a la creación de un collage articulable con objetivos a medio plazo difusos sin tener en cuenta las implicaciones (carga de trabajo, dedicación, renuncias, modificación de la rutina actual ..), para otros es el desafío a nivel emocional a causa de tener que tomar decisiones difíciles es lo que difumina el plan.
A pesar de tener un éxito moderado implementando los niveles más altos de mi perspectiva, admito que tengo alma de microgestor, me siento muy cómodo planificando, organizado, trabajando con acciones y pequeños proyectos. Después de mucho empujar para hacer avanzar mis objetivos para llegar a una visión de futuro he decidido parar, o mejor dicho, cambiar de política e ir a implementar lo necesario para seguir adelante. Dedicar tiempo a lo que me gusta o que creo que me puede ayudar a preparar el futuro.
Imagen vía the russians are here bajo licencia Creative Commons