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En un post publicado por Nate Weiner, creador del servicio Pocket anteriormente conocido como Read It Later, reflexionaba sobre porqué su servicio era gratuito. Lo reducía a dos razones: No puedes pagar por algo que no entiendes, el beneficio de guardarlo para más tarde es difícil de percibir por el usuario/consumidor (hablaremos de ello la próxima semana). El segundo motivo es la generación de valor a largo plazo.
Hablamos de repositorios de información que ofrecen un servicio útil, sencillo y abierto, donde el usuario tiene acceso a la funcionalidad básica de forma gratuita, y la posibilidad de pagar una cuota para acceder a las opciones premium de la aplicación (en el caso de aplicaciones como Evernote o Dropbox).
¿Que incentiva a pagar la cuota? ¿Cuál es el valor que crean más allá de sus funcionalidades?
El principio es sencillo, siguiendo el gráfico superior tenemos tres tipos diferentes de productos según el valor que aportan a lo largo del tiempo:
- Pérdida de valor. Una vez has pagado para comer, probablemente no estés dispuesto a volver a hacerlo durante un cierto periodo de tiempo.
- Valor constante. Si pagas para acceder a la información, comprando un periódico, pagas el mismo importe cada día para obtener el mismo retorno.
- Valor creciente. Servicios que devuelven un mayor valor a medida que agregamos contenido, dedicando tiempo y recursos a estructurarlo según nuestras necesidades.
Sin darnos cuenta estamos creando una nueva necesidad. Añadimos información de forma constante a nuestras cuentas en la nube, delegando tareas de mantenimiento al responsable del servicio. Nos despreocupamos de las copias de seguridad, de la administración y la privacidad a más bajo nivel, limitándonos a la explotación: hacer uso para crear valor.
Puedes pensar que resulta algo secundario o superfluo, pero el repositorio va creciendo, no sólo en volumen también en robustez y en utilidad para el usuario. Aumentan los accesos, las consultas y los usos. De la simplicidad para la organización y acceso a un segmento concreto de nuestro archivo virtual prácticamente al instante, pasamos a la utilización de aplicaciones de terceros que interactúan con el repositorio digital a través de su API.
No nos damos cuenta pero la nueva forma de interactuar con nuestra información va ganando terreno, y toman un mayor protagonismo en relación a la forma tradicional. La novedad se convierte en algo corriente, se ha creado una necesidad. De la misma forma que 25 años atrás nadie necesitaba un teléfono móvil, hoy en día nadie necesita un servicio de gestión de contenido en la nube … lo usamos porque es accesible y aporta valor a través de una nueva forma de funcionar, pero muchos no vemos la necesidad de pagar una cuota mensual para acceder a ella. No lo entendemos, todavía no.
No quiero decir que sea nada malo, lo percibo como algo natural. No creo que los creadores de los mencionados servicios – o los que puedan existir en un futuro – establezcan a medio o largo plazo modelos de negocio que impliquen pago por un acceso ilimitado a nuestra información. Las restricciones llevarían a la pérdida de confianza, la decepción, el cabreo de la comunidad, y en un número significativo en el abandono por algo nuevo, ya sea otro servicio o la creación de una solución casera.
En el caso de Evernote dispone de un sistema de cuotas que te permite dejar de pagar y volver al servicio gratuito sin perder la posibilidad acceder a tu archivo ya existente. Y entonces, ¿Cuál es el gran atractivo para nuestro proveedor? Todo evoluciona, la tecnología y los modelos de negocio, algunos hoy en día inexistentes y desconocidos, habrá nuevas formas de ayudar al usuario a explotar su contenido. Pero más allá del ‘quizás’, seguimos agarrados a la confianza del valor que los usuarios damos a nuestro contenido y al proceso de valor añadido que supone hacerlo crecer y usarlo.
Imagen vía Vetustense Photorogue bajo licencia Creative Commons
Grafico del blog de Nate Weiner