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La actitud ante lo que hacemos por obligación, por ejemplo en nuestro trabajo, no es la misma que aplicamos con nuestras actividades personales. Entendiendo por personales todo lo que hacemos fuera del trabajo, ya sea por placer o para desarrollar nuestros propios proyectos. Me gustaría dedicar las líneas de hoy a hacer un repaso de nuestro comportamiento ante las actividades que se presentan en ambos ámbitos, y los problemas que pueden surgir si tenemos una percepción errónea de la tarea a realizar, o de lo que ésta implica.
Imagen vía Shandi-lee bajo licencia Creative Commons
Empiezo con un comentario sobre mi vida personal para ilustrar el tema: En las últimas semanas he estado arrastrando una losa, la que por cierto todavía llevo encima. Decidí dedicar este año a complementar mi formación preparando un examen de certificación, el cual debe validar mi conocimiento y competencia en la utilización de ciertas técnicas y herramientas que utilizo en mi trabajo. Un reto profesional a realizar durante mi tiempo libre. Lo que empezó como un reto ha acabado transformándose en un lastre, lo percibo como una obligación que me toma tiempo que podría dedicar a cosas que realmente me apasionan.
He convertido un reto, algo que a priori tenía que ayudar a redescubrir la pasión en lo que hago, se ha convertido en una autoimposición, en algo que percibo como negativo. Me genera rechazo.
Nuestro tiempo
Llenamos nuestro tiempo libre con algo que hacer, nos mantenemos ocupados para tener la sensación de que no lo desaprovechemos (al igual que nuestra vida). Resulta muy triste programar actividades con la intención de hacer algo diferente los fines de semana, o a las horas del día que estamos fuera del trabajo, y continuar reproduciendo las pautas de exigencia para lograr resultados. Esta es una vía muerta hacia la insatisfacción ya la saturación.
¿No te ha sucedido nunca que después de un fin de semana repleto de actividad y de asuntos por atender, llegas el domingo por la noche con esa sensación de agotamiento y desgana para reengancharse a tu actividad cotidiana? ¿O aquel puente, o semana de vacaciones, que siguiendo las mismas pautas no has aprovechado para hacer una escapada – o simplemente para desconectar dejando de hacer – y mirando atrás no das por perdida pero te queda esa sensación de oportunidad perdida?
Cuando estamos fuera de la obligación debemos trabajar para disfrutar con lo que hacemos, o para disfrutar no haciendo. La actividad debe servir para desarrollar aspectos personales que nos ayuden a mejorar como individuo: A mejorar nuestras habilidades o nuestras capacidades de relación con los demás. Evidentemente pueden implicar esfuerzo, pero una vez alcanzado el objetivo y las metas deben generar un retorno en forma de satisfacción y disfrute.
Nuestro tiempo fuera del ámbito profesional debe representar una ruptura con lo que hacemos en el trabajo, una separación que nos lleve a no pensar en los temas que tenemos pendientes ni tampoco a reproducir hábitos como la imposición de una cuota de tareas a realizar, generar ansiedad por terminar la tarea que tenemos entre manos o programar nuestro tiempo de ocio completamente sin dejar tiempo para ‘no hacer nada’ …
Hacer por obligación
La otra cara de la moneda es la obligación, lo que hacemos en el trabajo y lo que estamos obligados a cumplir fuera de él, debido a compromisos con terceras personas, o para sacar adelante nuestros proyectos (sobre todo en la tediosa fase de cierre). Mantener el rigor y el compromiso con el trabajo, o en otras palabras hacer lo que debemos hacer sin caer en la distracción, o en aquellos vicios que desvían nuestro foco y energía hacia otras cuestiones. Ya sea el check continuo de tu correo electrónico, intercalar visitas a tus perfiles en redes sociales o el lector de feeds para una lectura rápida de algún post…
Evidentemente es imposible para cualquier mantener un alto nivel de focalización de forma continuada. Se trata de generar una actitud que lleve a asimilar los hábitos adecuados para realizar nuestro trabajo sin interrupciones y sin estrés. Dividir nuestras tareas por bloques y saber tomarse un descanso cuando se finalizan, así como desarrollar la resistencia y el autocontrol necesario para evitar la tentación… Algo claro sobre papel, pero duro de llevar a la práctica… Como decía al principio del post lo importante es la aptitud, generar la voluntad para buscar la mejora continua, aplicar la máxima calidad en nuestro trabajo cada día.
¿Eres capaz de entrar a trabajar sin dejar pasar 5 minutos charlando o consultando cualquier web? ¿Identificas las tareas claves a realizar durante el día, y las sigues sin que las interrupciones te desvíen en su consecución? ¿Te has preocupado de aprender o aplicar algún método – como GTD – para mejorar el control sobre tu trabajo? Si la respuesta es sí, es que estás en buen camino…
¿Que supone para ti obligación y lo que no es? ¿Que marca la diferencia? Más allá del trabajo y tus obligaciones familiares, ¿Que es lo que percibes como una obligación y que no debería serlo? Es un tema extenso y las respuestas tremendamente personales, pero compartiendo nuestras rutinas podemos hacer que alguien se le encienda la bombilla. Mejora el post, dejando tu comentario.
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