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Uno de nuestros puntos débiles cuando intentamos hacer más y mejor, es el control a ejercer sobre uno mismo. Resulta inevitable un momento de debilidad consultando el mail o concediéndote un descanso cuando no toca. El problema es si esto es sólo el inicio, si va a más y se acaba convirtiendo en una vía de agua que va llenando y hundiendo el bote de tu actividad.
Las siguientes líneas hablan del autocontrol desde un planteamiento a medio-largo plazo para atenuar los factores que boicotean nuestro flow, y pasar página de todos esos parches que permiten superar los constantes malos momentos
Imangen vía AK_74 bajo licencia Creative Commons
La utilidad del método
Es una convicción desarrollada a lo largo de los años que las cosas que puedas hacer de forma aislada no mejoran sustancialmente tu productividad. Algunas mejorarán ciertos aspectos, pero si quieres aumentar tu grado de eficiencia y alejarte del estrés necesitas un método de trabajo que coordine los engranajes y potencie los pequeños cambios convirtiéndolos en un gran salto.
Un método representa una forma preestablecida de trabajar a la que acogerse en momentos de duda. Si hay una interrupción, o tengo ganas de hacer algo ¿Qué me recomienda GTD que haga? Lo anoto en un papel y lo envío a mi bandeja de entrada… posteriormente ya decidiré como lo integro en mi sistema de actividad, pero ahora tengo que continuar con lo que hacía.
Puedes decirme que esto cuesta más de lo que parece, pero piensa un momento: El método nos lleva a actuar siempre de la misma manera, genera repetición, esta repetición genera un hábito que vence la resistencia inicial. Finalmente hacer lo que tienes que hacer se convierte en algo ordinario porque ya no se trata de nada traumático, sino de algo preestablecido donde no hay ninguna decisión incomoda a tomar.
Tu carácter entra en juego
Dentro de los imprevistos existe una tipología que merece una especial consideración, aquellos que implican una petición de otra persona. Ya sea cliente, compañero o jefe, una petición que rompa tu plan de trabajo diario nunca será considerada como el checking del email u otro proceso mecánico. En la interacción con otras personas entra en juego una dimensión emocional que distorsiona la toma de decisiones.
Una petición de un cliente con el que has tenido problemas y quieres que quede contento, o una solicitud de tu jefe o supervisor, puede pasar por encima de tu sistema preestablecido de prioridades. O dicho de otro modo, la tarea puede entra directamente a tu lista de siguientes acciones sin esperar a ser procesada, como las presentes en tu bandeja de entrada.
Hace falta perspectiva para saber cuál es la ubicación exacta del input que acabamos de recibir en nuestra escala de prioridades, pero también carácter para gestionar la situaciones como las descritas, evitando dejarse chantajear por los propios sentimientos o por la otra parte en conflicto, algo que va más allá de la productividad personal y se acerca a la inteligencia emocional.
Procrastinitzación y estrés
Dejar para mañana lo que podrías hacer hoy, esta es una de las grandes cuestiones. Todos tenemos una parte de nuestro cerebro que parece que sólo se dedique a generar excusas para no ponernos en marcha, o para convencernos de que hay algo que podemos hacer con un menor esfuerzo a pesar de ser menos prioritario. La procrastinoamigdala. La buena noticia es que puede debilitarse, no con una medicación (que más quisieras) si no con una dieta equilibrada de sesiones de trabajo, de descanso y recreo. Los tres factores combinados correctamente diluirán la intensidad de este mecanismo de demora.
Ya he hablado anteriormente del efecto de desconectar de nuestro trabajo para mejorar su calidad. Una de las decisiones más difíciles que tienes que tomaré es cuando dejar de trabajar cada día, algo extrapolable a tus actividades de ocio y proyectos personales ¿Cuánto tiempo les tienes que dedicar?
Tienes unas horas fijas de trabajo, y deberían venir acompañadas de unas 7 u 8 horas de sueño también inamovibles. El descanso influye de forma decisiva en la capacidad de concentración y también en la motivación, no deberíamos despreciarlo. De la misma forma, tener el apoyo de otras actividades que ilusionen y nos permitan seguir creciendo intelectual o emocionalmente puede darnos un plus de estabilidad cuando en el entorno profesional las cosas no vayan tan bien como deberían ir.
Descanso, recreo y autorrealización en el trabajo me permiten controlar las ansias por procrastinar que surgen si no sigo las pautas expuestas. Obligarse a realizar una acción que no motiva lo suficiente, recurrir a la fuerza de la voluntad, puede servir en momentos puntuales. Un correcto equilibrio y el uso de un método de trabajo bien delimitado puede ser la base del éxito para controlar la faceta oscura del profesional que todos llevamos dentro.
Un trabajo sistematizado siempre resulta más eficiente que una solución momentánea, aunque sean imprescindibles. Perder el control menudo provoca consecuencias negativas para nuestras acciones y proyectos, entre los cuales encontramos los sentimientos de culpa. No desaparecerán, por el simple hecho de que no podemos evitar los pequeños agujeros que quitan brillo a nuestra rutina, pero sí que podemos reducir el margen de error de forma significativa. Siempre trabajando con perspectiva y buscando algo más que el resultado inmediato.