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El ruido nos acompaña a todos en mayor o menor medida. Nuestras obligaciones diarias, nuestros problemas, todos aquellos asuntos que tenemos entre manos generan un ruido estático que se queda dentro, que erosiona nuestra energía y deteriora nuestro estado de ánimo. Uno de los retos de la productividad personal es dar solución a este problema, obtener un estatus de calma a partir del cual iniciar el gobierno de nuestra actividad. La mente como el agua.
Pero por mucho control que ejercemos sobre nuestros asuntos es inevitable sufrir el ruido, a un nivel diferente al anterior, pero ruido al fin y al cabo. Estas ocasiones requieren de un golpe de timón para recuperar la perspectiva y centrarnos. Una de las herramientas más eficaces es el silencio, ¿pero sabemos cómo utilizarlo?
Imagen vía Rev Dan Catt bajo licencia Creative Commons
Hay momentos en que una preocupación concreta toma protagonismo y acabas preguntándote «¿qué haré ahora?» En que la desmotivación pone en marcha el engranaje mental del «¿qué hago yo aquí?», O simplemente a raíz de la gestión de un conflicto o una discusión donde se genera frustración, enojo y que a raíz de eso te descentra para continuar con tu actividad, haciendo saltar por los aires tu plan de trabajo (lo que todavía te da más rabia y puede hacer que llegues a casa arrastrando problemas del trabajo…).
En mi caso estas situaciones suelen multiplicarse por 10. Ante una pantalla de ordenador todo el día, prácticamente sin interactuar con los compañeros y sin la posibilidad de abandonar un rato el entorno habitual de trabajo abundan las ocasiones para pensar demasiado (en negativo) y favorece que los problemas se magnifiquen…
Un punto donde necesitamos deshacer el cóctel de emociones y carga negativa que no nos permite continuar. En este momento dejemos de hacer todo lo que tengamos entre manos y démonos una tregua de tres o cuatro minutos, sin hacer nada, sin hablar en un lugar retirado. Vaciamos la mente y procuramos no pensar en nada, guardamos silencio. Con este proceso paramos la escalada de ansiedad y nervios, si lo hacemos bien nos tranquilizaremos lo suficiente para volver a pensar en nuestros asuntos y volver a plantear un camino para resolver lo que tenemos pendiente.
No sólo en una crisis, también al final de nuestra jornada, una vez llegados a casa o cuando cambiamos de entorno. Si ha sido un día difícil estos 5 minutos de silencio nos ayudarán a reflexionar, a desconectar y no trasladar nuestros problemas a otros contextos de nuestra vida.
El silencio no sólo nos ayuda en situaciones extremas y puntuales, también debe ser algo a incorporar a nuestro entorno de trabajo para obtener una mayor capacidad de focalización. Trabajar en silencio puede potenciar momentos importantes del día, aquellos donde rendimos a un mayor nivel, a primera hora de la mañana, o primera de la tarde. Reservamos estos momentos para realizar las tareas más importantes de la jornada, donde el silencio se convierte en un factor que complementa un estado mental idóneo para el trabajo.
En una oficina cualquiera es imposible mantener un silencio constante, la atención a los clientes, la comunicación entre los compañeros y la actividad corriente en sí misma son factores que lo impiden. Es como debe ser, no vivimos en un monasterio y no creo que sea bueno crear un entorno donde se restrinja cualquiera de los factores mencionados anteriormente. Una falta de comunicación impuesta, así como un ruido constante y elevado puede enrarecer el entorno de trabajo. Es una cuestión de equilibrio. Sin embargo, sí creo que en cualquier empresa donde se realicen trabajos que requiera un estado de concentración elevado podríamos aplicar las siguientes medidas:
- Si hay roles diferenciados en el lugar de trabajo entre aquellos que desarrollan un trabajo que requiere concentración y otros con otros tipos de responsabilidad, dividir el entorno en dos espacios diferenciados. Si no estamos en una oficina con suficiente espacio puede servir con una mampara para amortiguar el efecto del ruido.
- Reservar períodos de silencio durante la jornada laboral – en momentos clave del día – para favorecer la productividad. Durante una o dos horas evitar que se pasen llamadas a los trabajadores para no interrumpir su flujo de trabajo, trabajar sin sonido ambiente (radio), una sesión de trabajo sin conversaciones u otras interrupciones etc…
El silencio es la antesala de la reflexión y ésta lo es de la planificación y la actuación. Creemos que se trata de algo insignificante superfluo y de poca importancia, pero el hecho de dominar estos pequeños detalles, de encontrarles una aplicación práctica que mejore nuestra rutina, en nuestra forma de actuar revierte en nuestra productividad personal. Si sumamos todas las pequeñas diferencias que vamos cultivando, con el tiempo, observaremos un gran cambio.
¿Para ti es tan importante el silencio? ¿Juega un papel determinante a la hora de realizar correctamente tu trabajo? ¿O lo utilizas en aspectos más relacionados con la reflexión? Mis post son subjetivos, estrechamente relacionados con mi rutina y experiencia, deja tu comentario y ayúdame enriquecer el contenido del post, o hazlo me llegó a través de twitter @davidtorne para un contacto más directo.