Sobrevivir a las dinámicas negativas

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Si sigues el blog habrás notado que siempre hablo en positivo, marcando pautas a aplicar o explicando el cómo o el porqué de algo en particular. Como mínimo lo hago con una cierta perspectiva, desde la distancia. Por ejemplo hablo de evitar la multitarea pero en ocasiones es imposible no trabajar con varios frentes abiertos, o incluso gestionar más de uno simultáneamente.

Hoy quisiera hablar de cómo manejar aquellas situaciones funestas donde todo parece que se hunde a tu alrededor, y me gustaría hacerlo en primera persona. A menudo los lectores me comentáis lo organizados que somos aquellos que hablamos sobre productividad personal. Nada más lejos de la realidad…

Frustración y dinámicas negativas

¿Cuál es la primera causa de la frustración? La ilusión, las ganas de llevar a cabo la actividad preparada durante la noche anterior. Es una falacia, pero a menudo pienso en lo que me toca hacer al día siguiente, y me vienen unas ganas terribles de estar delante del ordenador, o donde sea, llevando a cabo ‘eso’. No puedo evitarlo, me gusta mi trabajo.

Todo empieza bien, focalizando en lo que estoy haciendo. Me mantengo en la zona mientras no haya cortes en el suministro de atención, vengan de fuera o generados por mi propia persona. Pero hay un problema, vivo en el mundo real.

Realizo mi planificación semanal o diaria a una cierta distancia de lo que representa la intensidad del momento. Ya no estoy con las manos en la masa, y no cargo las preocupaciones y perjuicios que van surgiendo durante el día. He desconectado y puedo verlo todo de una forma más neutra. Preparo el planning de la mejor manera, visualizando las diferentes acciones y proyectos, ilusionándome…

Pero cuando toca aplicarlo se inicia un círculo vicioso donde se empieza a interrumpir mi flujo con problemas del entorno de trabajo. Como programador de aplicaciones de gestión debo dedicar tiempo a configurar un entorno de pruebas que me permita probar mis modificaciones en condiciones reales. Al hacerlo pierdo parte de la concentración. Si además se trata de algo imprevisto que provoca tareas adicionales dedicadas a la preparación,  la reacción es más amarga  y puede encender  la mecha de mi mal humor.

Mi peor enemigo soy yo. Trabajando en un entorno tranquilo y con un elevado nivel de autogestión, no puedo evitar presionarme para seguir adelante. Aquella frase de ‘si hoy no hubiera venido no se hubiera notado’, o el ‘venga que esto debe terminar’ que condicionan y me minan.

Perspectiva y reflexión

El primer gran problema es la percepción de mi trabajo. Todavía tengo una visión demasiado ‘industrial ‘ de mis obligaciones, donde pesa el número de tareas completadas a través del software que controla la actividad del equipo de desarrollo, y no tanto la visión global del proyecto. Inconscientemente sigo obligándome a terminar un cierto número de tareas durante la jornada de 8 horas, y si no lo consigo me empiezo a tensionar.

He aprendido a renegociar mis compromisos, con los demás y conmigo mismo. El hecho de mirar hacia atrás y ser capaz de valorar lo que he hecho durante el día, aunque no sea lo previsto,  es una forma de romper la espiral negativa que me lleva hacia el estrés. Combinándolo con una actitud constructiva al realizar la revisión diaria para planificar que y como lo haré mañana, siendo realista y no queriendo acumular la carga de lo pendiente + los nuevos inputs llegados.  Me permite empezar de cero otra vez, y no con el acumulado de preocupaciones y mal humor del día anterior.

La otra actitud que me ha ayudado es el pragmatismo. Va muy poco en la línea de las personas que quieren cambiar las cosas a mejor ser un idealista, pero estamos sujetos a nuestros recursos materiales y las condiciones de nuestro entorno. Como parte de una organización destinada a crear software y dar un servicio de calidad a los clientes, las tareas para obtener esta finalidad ocupan la gran mayoría del tiempo y dejan en segundo plano el cambio a mejor. No podemos cambiar lo que no depende de nosotros, hay cosas que simplemente son ‘inestables’ o poco eficientes y no podemos hacer nada al respecto. Recapacitar sobre este aspecto es duro y en parte experimentas cierto desencanta, pero ayuda a matar la queja como vía de escape en los momentos difíciles.

La queja es la mejor forma de perder tiempo y energía cuando estás haciendo algo. Aunque sigo quejándome (en ocasiones como un niño mal criado),  intento centrarme en la solución del tema en curso y no caer en el  enfado u otros comportamientos nocivos.

Anota el motivo de queja en un papel y enviarlo a tu bandeja de entrada. Cuando proceses, en frío, decidirás que hacer.

Apagar cuando toca

Termino haciendo hincapié por enésima vez a la necesidad de desconectar. De forma absoluta para dejar de lado los problemas y la carga negativa. Como la revisión semanal y diaria, tengo unas rutinas que me permiten dejar de pensar en mis ‘problemas laborales’. Cada día acudo a actividades físicas o hobbies que me absorben por completo, una dieta de gimnasio y blog. Me dedico de lleno a ello y me agoto.

Durante el fin de semana continúo en la misma línea, actividades al aire libre y escribir, de forma más pausada. No dejo espacio a las preocupaciones que tengo entre semana. Uso la actividad como forma de realizarme.

Los días malos son parte de la rutina y saber sobreponerse es todo un hito. Para generar la resiliencia para volver a empezar de nuevo a cero la mañana siguiente hay que haberse dado de cabeza contra la pared varias veces. Tengo facilidad para caer en el estrés y la frustración, he aquí uno de los motivos del blog, pero el hecho de malgastar tanto tiempo y energía con quejas, y algún toque de atención de gente cercana me han empezado a hacer cambiar, pero aún así todavía hay días que caigo del caballo y he de levantarme para volver a monta.

Imatge vía ohhector bajo licencia Creative Commons